23 abril 2024

¿Cuándo cabe un smartphone en la mochila de un niño? Las normas deben estar escritas

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Estamos ante la primera generación basada en datos desde el nacimiento. Los padres empiezan por exponer las fotos de sus hijos en las redes sociales. Luego vienen los teléfonos móviles. He aquí una propuesta de normas

Empecemos por un hecho indiscutible e ineludible: el tiempo. Según la última encuesta titulada “Entre la realidad y el metaverso. Adolescentes y padres en el mundo digital’ elaborado por Telefono Azzurro, el 50% de los jóvenes de 12 a 18 años pasan entre dos y tres horas al día en las redes sociales y chateando. La primera pregunta que hay que hacerse es: ¿es mucho o poco? La respuesta es que depende, ante todo, del contexto. Si uno vive con la expectativa de poder jugar a videojuegos, ver una serie de televisión o desplazarse por las publicaciones y vídeos de las redes sociales, entonces incluso diez minutos pueden ser mucho. De hecho, si profundizamos en las respuestas obtenidas en una muestra de 804 entrevistas a padres de jóvenes de 12 a 18 años, descubrimos que el 14% pasa entre cuatro y seis horas al día en las redes sociales, el 4% pasa más de seis horas al día y el 3% está siempre conectado.

Antes de ocuparnos de ese 3%, tenemos que darnos cuenta de que, tras dos años de pandemia, algo ha cambiado quizá para siempre.

Es cierto que en términos de conexión hemos vuelto a niveles de pandemia, pero mientras tanto el tiempo en lo social ha aumentado y también la variedad de ecosistemas digitales (streaming, juegos, social). Si de hecho el punto de acceso es el smartphone para nueve de cada diez encuestados, los lugares de entretenimiento van desde los juegos en línea en los que la gente se comunica por voz a través de auriculares hasta los chats de Twitch durante las retransmisiones en directo de los creadores de contenidos. Desde los sistemas interactivos, como los videojuegos, hasta los pasivos, como los vídeos y las series de televisión. Se añaden chatbots. Y no sólo está ChatGpt, sino también Réplica, que ha sido bloqueada por el Garante de la Privacidad. El cese se produjo tras numerosos informes que denunciaban el comportamiento peligroso que mostraba el programa informático en las interacciones con menores y personas emocionalmente frágiles.

Hay que decir que la mayoría de estos ecosistemas pueden gestionarse mediante software de control parental. En consolas y teléfonos móviles, ordenadores y servicios de streaming, los padres pueden controlar o bloquear el acceso de sus hijos a determinadas actividades (sitios pornográficos, imágenes violentas o páginas con palabras clave) e incluso establecer el tiempo de uso de ordenadores, televisores, smartphones y tabletas. Cada vez es más fácil, pero se necesita un mínimo de alfabetización digital. Tienes que implicarte, estudiar un mínimo para no dejarte engañar y no renunciar a tu papel de padre. Exactamente igual que cuando fijas la hora de volver a casa o pones el temporizador de los dibujos animados.

Y aun así tienes que lidiar con ello. Cuando los teléfonos inteligentes empiezan a entrar en las mochilas de los amigos de un niño, nadie puede evitar que su hijo esté expuesto a contenidos inapropiados. Siempre habrá quien haya descifrado el smartphone o burlado los filtros familiares. Y no es culpa de nadie. La violencia en los videojuegos, el lenguaje rap en las canciones o la estética de la riqueza y la belleza en Instagram son productos sociales, no dependen del medio que los porta, se puede discutir sobre ellos, se pueden etiquetar por grupos de edad pero no se pueden censurar.

La única pregunta es cuándo. ¿Cuándo puede ocurrir esto?

Según un reciente informe encargado a la Universidad de Milán-Bicocca, si en 2020 los niños de entre 6 y 10 años “poseían” un smartphone eran el 23,5%, esta cifra se elevaba al 58,4% en 2021.

Según los expertos, no existe una edad mágica aplicable a todo el mundo. Cada niño se desarrolla a un ritmo diferente. Su origen social, su personalidad y sus logros le hacen único. Lo sabemos. Del mismo modo que es de dominio público que los teléfonos inteligentes no son más que pasarelas. Dado que las aplicaciones más populares están creadas para mayores de 13 años, es necesario establecer juntos los límites. Significa acordar normas básicas como los horarios sin pantalla, la configuración del control parental y la selección de aplicaciones. Es como firmar un contrato con el niño. Es mejor escribirlo todo. Los pactos deben ser claros, desde el principio.